Con motivo del aniversario del golpe de Estado de Pinochet, Quentin señalaba en un comentario de este blog lo recientes que parecen algunas de las últimas palabras de Salvador Allende:

Porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos.

Estas eran palabras de Allende en septiembre de 1973 en su lúcida despedida del pueblo chileno. A Quentin, con toda la razón, le recordaba a la descripción de los sucesos que está padeciendo Bolivia en sus regiones ricas. Añadamos la participación de la embajada de Estados Unidos (no señalada por Allende en su discurso), que también concurre en ambas situaciones y veremos el cuadro completo de dos gobiernos latinoamericanos democráticos que ponen las riquezas de su país al servicio de su pueblo frente al poder económico y las respuestas de éstel (empujado desde su sede central) alentando motines violentos, el caos y la parálisis económica.

Evo Morales ha expulsado al embajador estadounidense, que se ha marchado diciendo que esto tendrá «efectos». En nuestro país ya estaría encarcelado por amenazas, habida cuenta del historial golpista de las embajadas estadounidenses en América Latina. Hace pocos años ya vimos algo parecido en Venezuela, con la exótica ayuda al golpe de 2002 de la madre patria española. Transcurridas más de tres décadas desde el golpe chileno, el poder económico sigue utilizando técnicas parecidas contra los pueblos que quieren dejar de estar sometidos. (Me decía un amigo hace unos días: «¡Qué suerte tiene El País de no haber existido en 1973! Si se hubiera publicado entonces, igual ahora podríamos recordar que apoyó el golpe de Pinochet como apoyó el de Venezuela).

Sin embargo hay algo que ha cambiado profundamente desde 1973. Nadie apoyó a Chile frente a Pinochet y Kissinger. Más bien al contrario, el golpe chileno se produjo en un contexto de dictaduras militares títeres de Washington en gran parte de América Latina. Hoy la situación es la inversa. Ningún país occidental está apoyando a Bolivia, como nadie apoyó a Venezuela hace seis años. Pero América Latina es otra. La reacción de Hugo Chávez expulsando al embajador estadounidense y avisando de que no se quedará de brazos cruzados si en Bolivia triunfa la reacción es mucho más importante que la estridencia de las palabras mitineras con las que lo anunció. ¡Ojalá Chile hubiera tenido en 1973 vecinos como la Venezuela actual!

América Latina se encuentra hoy en una situación posiblemente única en la historia de la humanidad. Nunca fue tan cercana la consolidación de un socialismo democrático (valga la redundancia) con pilares en distintos pueblos soberanos solidarios entre sí. El antecedente de la derrota golpista hispano-estadounidense en Venezuela ha retrasado el intento por paralizar la democratización económica de Bolivia mucho más de lo que lo habría hecho en otras ocasiones.

No estaría de más que un gobierno como el español (que se sigue diciendo de izquierdas) mostrase que apoya a Evo Morales como hubiera apoyado a Salvador Allende cuando bombardearon el Palacio de la Moneda. Porque le hubiera apoyado, ¿verdad?