«Es por ello, de la máxima importancia no desmotivar a los miembros del público, por miedo a sanciones penales o de otro tipo, de expresar sus opiniones sobre cuestiones de interés público» (sic)

Esto decía en un auto el juez Fernando Grande-Marlaska cuando algunos ciudadanos presentamos una denuncia contra Pío Moa (el hombrecillo que cuenta mentiras piadosas a las hijas de genocidas) por decir que quienes defienden la ley de la Memoria Histórica se identifican con criminales, que Lluis Companys y las trece rosas no eran inocentes y que por tanto su ajusticiamiento no fue un crimen y que Franco no liquidó a los rojos sino que los escarmentó.

Repetid conmigo:

«Es por ello, de la máxima importancia no desmotivar a los miembros del público, por miedo a sanciones penales o de otro tipo, de expresar sus opiniones sobre cuestiones de interés público» (sí, de nuevo: sic, ¿quién le ha enseñado la lengua común a Marlaska?)

Grande-Marlaska citó al alcalde de Puerto Real por decir que el rey (ojo, no Juan Carlos de Borbón, sino el rey, el cargo público) es de naturaleza corrupta.

Amigo Fernando. Debo reconocer que te estaba esperando. Porque o no hay que desmotivar o sí hay que desmotivar. ¿Es de más interés público lo que denunció el alcalde de Puerto Real o las injurias de Pío Moa? ¿No debería ser, al menos, de la máxima importancia no desmotivar a todo un alcalde elegido democráticamente por temor a que le acusen de injurias al rey?

Suelo decir que el uso del insulto es una torpeza porque esconde el contenido real de lo que se dice. Si el alcalde de Puerto Real no hubiera utilizado adjetivos gruesos, estaría fuera de discusión qué delitos deben ser investigados tras las declaraciones de este hombre. Quitemos algunas palabras demasiado elevadas y veremos que no es la acusación más grave de corrupción que ha recibido Juan Carlos de Borbón, pero que no está mal:

«En el año 1982, el rey solicitó a través de la Casa Real, una ayuda para abortar el proceso de expropiación de Rumasa. Solicitó seis millones de dólares de la época, de los que le fueron entregados tres para abortar el proceso. (…) yo sé quien le dio el dinero y cómo se lo dio. Y si los medios fueran capaces de reproducir esto, yo me someto a la exigencia jurídica del sistema para demostrarlo o no«

Digo que estaba esperando a Grande-Marlaska, porque su tradición no es precisamente la de evitar las persecuciones de opiniones críticas con el poder. Y sabía que en pocos meses mostraría claramente que no está en su universo moral la idea de que sea de la máxima importancia evitar que se tenga miedo a expresar opiniones sobre asuntos de interés público (permitidme que lo exprese a mi modo y no con la sorprendente prosa de Marlaska).

Marlaska detuvo la denuncia contra Moa porque se hizo contra uno de los suyos; e impulsa ésta porque se dirige contra uno de los malos o porque es en defensa de los poderosos, del bueno entre los buenos. Aplica la ley ad hominem, el derecho del enemigo; Marlaska no juzga delitos, juzga personas. Sólo así se entiende que, en función de quién sea el acusado sea de máximo interés poder injuriar a los muertos o sea de máximo interés abstenerse de censurar al máximo poder político.