Desde que hace unas semanas se empezó a ver como posible un acuerdo electoral entre Podemos e Izquierda Unida para acudir juntos a las elecciones de 26J surgió un debate sobre si esa suma añadía votos o no. El famoso 5+1 no tiene por qué ser 6: en política, y más en política electoral, juegan muchísimos factores, que pueden hacer que una suma reste o que multiplique.

En este caso hay bastantes razones de tipo coyuntural para pensar que el acuerdo suma más que 5+1 y sobre todo más que 69+2 (factores como la ley electoral, el voto útil, el caballo ganador o el mero valor emocional de la imagen de unidad frente a la de división). Sin embargo el posible factor de resta es estratégico y es uno de los hallazgos políticos que han permitido construir Podemos de forma pensada y que permitió el éxito del 15M de una forma más o menos espontánea: la búsqueda de una transversalidad popular mediante la huida de la eje «izquierda-derecha» tras constatar que ese imaginario había sido secuestrado por el bipartidismo y que su asunción condenaba a la marginalidad (al margen) a cualquier proyecto emancipador. Huir de la retórica «izquierda-dereecha» es la mejor manera de avanzar en la dialéctica  para la que supuestamente servía esa retórica. Parecería intuitivamente claro que el encuetro con Izquierda Unida reubicaría el eje de enfrentamiento en «izquierda Vs derecha» y que IU izquierdiza a Podemos.

Existirían, pues, una perspectiva a corto plazo para la que la unidad de fuerzas del cambio sería sin duda ventajosa pero una importante dificultad estratégica para el proyecto a medio o largo plazo.

De cara a las elecciones del 26 de junio existen posibilidades reales de ganar las elecciones. Pero como mínimo lo que está al alcance de nuestra mano es dinamitar el sistema de partidos turnista, el bipartidismo para conquistar un nuevo sistema de partidos que sí sea capaz de disputar el poder político a las élites.

Según el estudio postelectoral del CIS hay muy pocos votantes de Podemos que se negarían a votar a Izquierda Unida. Sí hay algunos pocos (uno de cada cinco, más o menos) votantes de IU que dicen que en ningún caso votarían a Podemos. Eso, de confirmarse el supuesto más pesimista, haría perder en las urnas muchos menos votos con un acuerdo electoral que en la mera conversión de los votos en escaños sin ese acuerdo.

Sin embargo, la batalla crucial del 26J, la que puede cambiar el país, no está en esa suma sino en la disputa electoral entre Podemos y PSOE como instrumento más eficaz para acabar con el gobierno del PP y sus políticas.

El 20D se demostró que, pese a los augurios, Podemos estuvo a un puñado de votos de ser la segunda fuerza más votada y por tanto la llamada a encabezar una alternativa real a un gobierno del PP. Aunque sólo fuera por esa imposibilidad actual de la llamada al «voto útil» del PSOE estaríamos en unas condiciones absolutamente nuevas. El reto el 26J tiene que ser convencer al menos a medio millón de votantes del PSOE de que su voto es mucho más útil en Podemos que en el PSOE: la gestión cobarde y estéril del resultado del 20D hecha por la dirección del PSOE ayudará sin duda. Si ese medio millón de votos cambia las condiciones políticas del país serán absolutamente diferentes.

Esta batalla es en la que es determinante la famosa transversalidad. Y aquí es donde salta la paradoja.

Según este último CIS, aproximadamente el 60% de los votantes del PSOE sitúa a su partido en el 3-4 en una escala del 1 al 10 (1 sería extrema izquierda y 10 extrema derecha). Esos mismos votantes sitúan a Podemos en el 1-2 y más en el 1 que en el 2:

podemos para psoe

Ubicación de Podemos para los votantes del PSOE en el eje izquierda-derecha

Esto es un desastre obvio, pues tanta distancia hace muy difícil el salto del PSOE a Podemos. Por eso es crucial hacer amable ese salto.

Sin embargo, los votantes del PSOE ven más cercana en el eje izquierda-derecha (menos de extrema izquierda) a Izquierda Unida:

IU para PSOE

Ubicación de IU en el eje izquierda-derecha para los votantes del PSOE

Es decir, contra la posible intuición, Izquierda Unida transversaliza a Podemos para los votantes del PSOE. Y por tanto es posible que una candidatura conjunta de Podemos e IU (y de todos los demás actores de cambio) no sólo sume a casi todos los seis millones de votantes de Podemos y de Izquierda Unida sino que ayude a que un buen puñado de votantes del PSOE den el salto. Eso transformaría definitivamente el mapa de partidos español y, en el peor de los casos (si no sirviera para formar gobierno inmediatamente, que dependería de que el PSOE decidiera suicidarse apoyando al PP o apostar por el cambio al que no se atrevió siendo segunda fuerza) pondría los cimientos para acabar de una vez por todas con el fatalismo que nos dice que no sé puede.

Vale la pena intentarlo.