La estrategia de llamar populista a todo el que hiciera una propuesta decente, democrática, más justa y equitativa quería transmitirnos un mensaje: «todo eso es muy bonito, pero al final no salen los números». Era una nueva forma de transmitir el mensaje machacón de los últimos 40 años de desmantelamiento mundial de los derechos sociales y democráticos: There is no alternative, No hay alternativa. Como en los últimos años se demostró con una crisis monumental que las políticas de recortes y destrucción de lo público eran un fracaso, que si había algo que no era una alternativa eran sus políticas, nos explicaron que la nuestra era el caos, los soviets de distrito, la cochofobia, Caracas, hambre, destrucción y cabalgatas de Reyes Magos. Y, además, nos fueron explicando que somos igual de corruptos que ellos, faltaría más.

Ayer presentaron Manuela Carmena y Jorge García Castaño (concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid y un compañero y amigo por el que sentirme tan orgulloso) los últimos presupuestos de esta legislatura. Y lo hizo con unos números y unos resultados para que los madrileños vivan mejor espectaculares. Han sido muchísimos los palos en la rueda contra este Ayuntamiento. Montoro intentó asfixiarlo, entre la Fundación Francisco Franco, el Partido Popular y otras organizaciones del entorno, han intentado parar en los tribunales desde la democratización del callejero a todas las obras que van a llevar a los barrios polideportivos, piscinas, zonas infantiles

Pero no lo han conseguido. Hoy cualquier madrileño tiene la conciencia de que el Ayuntamiento ha realizado innumerables actuaciones para mejorar los barrios, la vida de las familias. No hay una gran obra en el Madrid de Manuela Carmena. En esta legislatura los madrileños no hemos enterrado una autopista para que paguen hasta nuestros nietos y cobren hasta los tataranietos de los constructores amigos. No hay una gran obra en el Madrid de Manuela Carmena. Pero para atacar su gestión un diario conservador la acusaba hace unos días de febril: es decir, la crítica era la cantidad de cosas que está haciendo el Ayuntamiento. Y, sin duda, a los madrileños nos gustaría que la fiebre fuera aún más alta. A veces olvidamos que en 2015 Madrid llevaba años sin siquiera una operación asfalto: la ruina de la ciudad se traducía, entre otras cosas, en baches y rajas en nuestras calles que hoy van recuperándose. Por cierto, aquel abandono de las calzadas sí que era cochofobia.

La memoria a veces es corta, pero la comparación con la Comunidad de Madrid nos refresca siempre la diferencia. No, nadie acusará al gobierno de la Comunidad de Madrid (PP-Ciudadanos) de febril. Lo único que recordaremos de esta agonía asistida del PP en la Comunidad de Madrid es el bochorno de la salida de Cristina Cifuentes. Tan desaparecida está la Comunidad que no son pocos los madrileños que se olvidan de su existencia y piden a Manuela Carmena que arregle los destrozos del PP-Cs (¿cuántos madrileños siguen pidiendo al Ayuntamiento que arregle el desastre de Metro sin saber que sólo es competencia de la Comunidad?).  Una evidencia: en 2019 el Ayuntamiento de Madrid habrá hecho 13 escuelas infantiles nuevas; la Comunidad de Madrid (que es la que tiene la obligación de hacerlas) ninguna. Eso es ayudar (o no) a las familias madrileñas.

Lo impresionante es que hacer cosas es más eficiente: mientras la Comunidad de Madrid no para de aumentar la deuda pública, el Ayuntamiento ha reducido la monstruosa deuda que dejaron Gallardón y Botella a la mitad. No, no era populismo: era democracia, cercanía y eficacia. Era pensar en el bien común en vez de en la financiación del partido y el relleno de sobres. Era dejar que Madrid volviera a ser una ciudad viva y moderna. Y, qué raro, funciona. Por el camino, Madrid va de la mano de Copenhague, Berlín, París, Londres, Amsterdam… en políticas de movilidad mientras el PP (político-mediático) nos quiere anclar en algo mucho más parecido a su obsesiva Caracas.

Sin duda el mayor error de esta legislatura ha sido no ser conscientes de que el PP (en sentido amplio) odia a Madrid (como a España) hasta el punto de intentar paralizarla, joder a los madrileños hasta que le devuelvan la llave de la caja fuerte, que tan bien han exprimido siempre. Ha sido un aprendizaje duro que ralentizó el comienzo de la legislatura. Por eso y por tantos años de destrozo queda tanto por hacer.

Pero la evidencia ya está aquí y es una lección también para administraciones autonómicas y nacional. Funciona. A lo mejor era cierto que No hay alternativa: No hay alternativa a los gobiernos decentes, equitativos y democráticos que hoy están haciendo funcionar las ciudades que ellos destrozaron.