Más allá del contenido sustantivo del Pacto de la Vergüenza entre Vox y el gobierno PP-Cs, llama la atención que la primera frase del acuerdo entre el PP y el partido ultra es que «El Partido Popular y VOX contribuirán decididamente a guardar y proteger el orden constitucional y la Unidad de España, manteniendo siempre la máxima lealtad hacia la Corona y la Carta Magna.» Es la precisa culminación de la deriva a la que el PP condenó al «constitucionalismo» desde que en 2002 se inventó ese patriotismo constitucional que no era más que aplaudir las ideas autoritarias y nacionalistas de José María Aznar.

La supuesta constitución con la que el PP golpea a los herejes tiene como decidido protector a un partido ultra que ataca los derechos civiles, democráticos y sociales conquistados por los españoles y muy especialmente por las españolas en estos 40 años.

En los 90 nos convencieron de que la Transición, la Constitución, etc. eran espacios en los que cabíamos todos los españoles excepto quienes defendieran la violencia terrorista y los fascistas inadaptados. Era un mito inteligente, integrador y eficazmente conservador. Pero la derecha española quería para sí una legitimidad moral que su propia historia (y su negativa a desvincularse de ella) le negaba y decidió apropiarse de esos mitos. Hoy culmina la deriva suicida para el Régimen de la Transición: en los 70 los ultras se quedaron fuera llamando traidores a Juan Carlos I, a Tarancón y a Suárez; en 2018 esos ultras son los guardianes y protectores del orden constitucional, que sólo tiene dos elementos (con mayúsculas): la Unidad de España y «la máxima lealtad hacia la Corona».

El tercer punto del acuerdo programático que han publicado es inquietante: «Abogar por un Gobierno basado en el diálogo y el respeto a todas las fuerzas constitucionalistas. Condenamos todo ataque a cualquier fuerza política democrática.» ¿Y los ataques a las fuerzas que ellos no consideren democráticas? ¿Condenan las amenazas y la violencia que puedan sufrir (y sufren) las fuerzas a las que ellos no consideran democráticas? Recordemos que eso incluye hoy a los nacionalistas (golpistas, proetarras), a Unidos Podemos (totalitarios, comunistas, populistas) y al PSOE de Pedro Sánchez (que ha abandonado el «constitucionalismo», aka la democracia). No lo sabemos: de momento sólo observamos el estruendoso silencio de PP y Ciudadanos cuando quien recibe amenazas graves no es eso que llaman constitucionalista. Y es, digamos, inquietante.

La hidra aznarista ha arrinconado ese supuesto constitucionalismo hasta convertirlo en una parodia. De ser un sinónimo conservador de nuestro sistema democrático ha pasado a convertirse en la pobre excusa de los ultras. Hace sólo un par de años Albert Rivera se pasaba el día reivindicándose como el Adolfo Suárez del siglo XXI. Hoy va a entrar en un gobierno de la mano de Blas Piñar.

El constitucionalismo y la Transición, que eran un eficacísimo mito transversal, han acabado por ser una mera etiqueta ultraconservadora capitaneada por un el partido que quiere acabar con la lucha contra la violencia de género, cuyo portavoz es un delincuente condenado por desproteger a un niño de su padre maltratador, que quiere deportar a 52.000 andaluces…

Queda todo un espacio libre para quienes defendemos una España como la que definía en su artículo 1.1 la Constitución española: un Estado social y democrático de Derecho. Han decidido que la Constitución del 1978 ya no es eso sino sólo nacionalismo y monarquía. Están diciendo que el Estado social y democrático de Derecho queda fuera del constitucionalismo. Lo cual es un pésimo negocio para ese supuesto constitucionalismo.