Hubo un tiempo en que un liberal era una persona que defendía las libertades de los otros (y las suyas propias) frente a ataques externos fueran del Estado o de otros. Se hizo famoso aquello de no estar de acuerdo con las opiniones de otro pero dar la vida por su derecho a expresarlo.

Eso, ya, es de antiguos. Se ha acuñado el término buenismo que sirve para descalificar aquellas ideas que en principio parecerían encomiables (las libertades de otros, los derechos humanos para todos los humanos, estar en contra de bombardear a poblaciones civiles…) y gracias a ese término tenemos la sorpresa de que quienes se definen como liberales sólo defienden la libertad de los suyos y atacan virulentamente la de los otros.

Hoy, en Madrid, lo han vuelto a demostrar. Juntos, como hermanos, miembros de algún ente, el nacional-liberalismo ha decidido, en pleno, que el actor Pepe Rubianes no puede actuar (haciendo un homenaje a García Lorca) en un teatro madrileño: Luispi Moa escribe en la prensa del movimiento, lo vergonzoso de que Gallardón-al-paredón autorice la obra de teatro (pues el nacional-liberalismo sabe que la libertad bien entendida empieza -y termina- por uno mismo), Alternativa Española convoca inmediatamente una manifestación en la puerta del teatro y Gallardón (así sí, hombre) confirma que no actuará Rubianes en Madrid. Al poco tiempo nos enteramos de que no es que Gallardón lo haya censurado, sino que Rubianes se ha asustado por las amenazas. Interpretando que había habido censura municipal, el muy liberal portavoz del gobierno autonómico de Madrid, aplaude al alcalde:

El Gobierno regional, satisfecho

El portavoz del Gobierno autónomo de Madrid, Ignacio González, aplaudió lo que interpretó como la decisión del Ayuntamiento de Madrid de suspender la contratación del actor Pepe Rubianes.

González señaló que esa decisión es «lo coherente y lo lógico a la vista de la actitud de esta persona» y dijo que «lo que me parece poco razonable es que alguien haya pretendido excusar la actitud de Rubianes cuando ha insultado públicamente y de esa manera tan ordinaria y desagradable al conjunto de los españoles».

Indicó que, a su juicio, es «impresentable» que Pepe Rubianes, «que se dedica a insultar a España y a todos los españoles, y sin haber pedido disculpas ni arrepentirse, pretenda luego, con el dinero de todos los españoles que financiamos las instituciones públicas, beneficiarse del dinero en contrataciones es espacios públicos».

No es el primer caso: La Revelación, de Leo Bassi y el Me cago en Dios, de Íñigo Ramírez de Haro, sufrieron exactamente el mismo proceso: infamias en los medios del nacional-liberalismo, amenazas -en esos casos cumplidas: Rubianes no les ha dado la oportunidad de poner la bomba en el teatro o apalear al actor como en los otros casos- y animus censurandi de la Comunidad de Madrid, controlada por el sector liberal del PP.