A toda propuesta de avance democrático, ya sea hacia modelos de democracia participativa, hacia aspectos de democracia directa, el conservadurismo ha opuesto siempre una farisea defensa de la representación política. En nuestro país ocurrió especialmente desde el 15-M. Se hacían propuestas de avances democráticos tales como referéndums vinculantes, posibilidad de revocación de cargos públicos, facilidades para la iniciativa legislativa popular… y la respuesta siempre fue que eso era “anti-política”, que la democracia es un sistema de representación parlamentaria y que todo lo que tienda a mayor implicación del pueblo en la toma de decisiones políticas son peligrosos pasos hacia el totalitarismo. Fue lo que llevó a Esperanza Aguirre a calificar de totalitario al 15-M y de soviets de distrito a las propuestas de participación descentralizada de Ahora Madrid. Frente al populismo, nos decían, los demócratas creemos en la representación política, en las mayorías parlamentarias.

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