Uno de los argumentos más utilizados en la pasada campaña electoral vasca para defender que la ilegalización de partidos es perfectamente compatible con la democracia ha sido la insistencia en demostrar que las ideas de Batasuna están perfectamente bien representada por otros partidos que sólo se diferenciarían de Batasuna en la oposición a ETA: singularmente Aralar. Por lo tanto, no estarían ilegalizadas las ideas, sino la complicidad con ETA.

Imaginemos que, de acuerdo con los gritos de muchos manifestantes contra la invasión de Irak, se hubiera ilegalizado el Partido Popular (algo imposible en aquel momento, porque la iniciativa ilegalizadora de partidos corresponde a los partidos que conformen mayoría en el Parlamento o a la fiscalía controlada por el Gobierno). Frente a la calificación de dictadores que recibirían los impulsores de la ilegalización popular, siempre habría quien defendiera que hay otros partidos demócrata-cristianos o nacionalistas españoles de corte conservador que se habrían opuesto a la guerra (entre todos estos seguro que encontráis algunos). Lo mismo sucedería a quien años antes hubiera impulsado la ilegalización del PSOE por su, al menos, complicidad con los GAL: siempre podríais encontrar partidos socialdemócratas que no se hubieran manchado con el terrorismo de estado.

Ocurre que un partido no es sólo un conjunto de ideas, sino que, empujados por esas ideas, un partido agrupa a una parte (de ahí la palabra partido) de la sociedad. Hace un par de años descubrieron que el PSOE había copiado partes enteras del programa de Ciutadans para la campaña electoral canaria: ¿pretendía el PSOE captar los votos de potenciales votantes de Ciutadans? No: el PSOE sabía cuál era la parte de los canarios a cuyo voto aspiraba, pero también sabía que a esa parte le sonaría bien la misma letra que había utilizado otro partido en otro lugar.

Cuando se ilegalizan todos los partidos que podrían ser referencia para los votantes de Batasuna, lo que se hace no es ilegalizar ideas (eso no lo consiguió ni Franco: las ideas no están en el ámbito de lo prohibible), sino que se ilegaliza la representación política de una parte de la sociedad. Una parte, por cierto, que no ha disminuido por muchos derechos que se les niegue (y son varios los que se les niega). Lo que distingue a Batasuna de otras opciones no necesariamente son las ideas: nadie es estrictamente racional en su forma de agruparse políticamente. Nos agrupamos con los nuestros, por mucho que a veces discrepemos de ellos. Eso sí, si a los nuestros, si a la parte de la sociedad de la que uno se siente miembro, se le niegan derechos, la tendencia a ser acrítico y hacer piña es imparable.

No se ilegalizan ideas, qué más quisieran; pero se ilegaliza a una parte de la sociedad vasca. Y eso no es lo más democrático que se puede hacer, ¿o sí?