En 2006 Kurt Westergaard dibujó a Mahoma como si fuera un terrorista. Ello provocó por un lado la protesta airada de muchos musulmanes y la respuesta de occidente. La libertad de expresión, atrasados moritos, es sagrada en occidente. Ya lo entenderéis cuando estéis a nuestra altura, cuando salgáis del medievo.
El bufón es una figura absolutamente reivindicable porque se mofa del rey en su cara. Pero no del rey extranjero, sino del local, de su amo, de quien se sienta en un trono creyéndose divino. Westergaard gozó de la libertad de expresión porque se ciscó en Mahoma desde Dinamarca. No haría falta que se fuera a Irlanda y se burlara del dios cristiano para comprobar la libertad de expresión que hay en occidente con nuestros dioses locales: bastaría con que se quedara en su propio país y observara qué sucede a quien osa interrumpir la placidez de la monarca danesa mientras se rodea de inútiles poderosos incapaces de dejar de machacar el planeta.
En efecto, en esa Dinamarca que daba lecciones a los moritos medievales que amenazan a quien caricaturiza a su profeta están encarcelados cuatro activistas de Greenpeace que no dijeron que ningún dios fuera terrorista: sólo se permitieron entrar en un salón de actos en el que dirigentes políticos de todo el mundo daban discursos sobre el cambio climático mientras no movían un dedo para impedir su avance. Una pancarta brutal “Los políticos hablan, los líderes actúan” y al talego. Hasta ahora y como mínimo hasta el viernes, aunque con amenaza de seis años de condena. No habréis oído a ningún gobernante defender la libertad de expresión de sus caricaturistas (¿por qué no habla la presidencia de turno de la UE?): no se rieron de un dios bárbaro, sino de su rey, como los verdaderos bufones. Y eso es intolerable: la libertad de expresión es para reírse de otros.
La dignidad de los bufones reside en que hacen ver que el rey está desnudo: no es tanto su broma lo que ridiculiza el poder sino la imbecilidad del poder que no entiende la broma ni la encaja. Quedan en ridículo quien intenta cargarse al caricaturista por llamar asesina a su religión (“¿Asesino yo? ¡Te mato!”), como la hipocresía occidental queda retratada con su indignación por la intolerancia ajena mientras encarcela a unos activistas a quienes sólo cabría criticar por la ingenuidad de su pancarta.
Dinamarca está sufriendo una caricatura más que cruel. Su democracia está desnuda. Pero se pavonea por las calles con el precioso vestido que cree que lleva puesto.
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genial! » Su democracia está desnuda. Pero se pavonea por las calles con el precioso vestido que cree que lleva puesto.»
Información Bitacoras.com…
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Por fin, Hugo, alguien que da en el clavo: qué fácil es ser irreverente con el rey del país de al lado…
Mira que me gusta habitualmente lo que escribes pero en este caso creo que patinas terriblemente.
Creo que ni de lejos es comparable la detención del activista de Greenpeace con la agresión al caricaturista o la ley de la blasfemia irlandesa.
Greenpeace (y quien quiera) tiene derecho a expresar libremente su opinión sobre el cambio climatico, sobre la religión, sobre la monarquia danesa o sobre cualquier otro tema QUE quiera. A eso se le llama libertad de expresión y es, posiblemente, el mayor de los derechos, el que sostiene todos los demas.
Otra cosa es COMO se expresa esa opinión. Si para expresar su opinión Greenpeace (o quien quiera)opta por dañar fisicamente a terceros o sus propiedades o alterar el orden o, en definitiva, contravenir la legislación pues posiblemente ese COMO provocará que se le aplique esa ley.
Luego discutiremos si eso está bien o hay que mejorar esa ley. Yo, evidentemente, me solidarizo con Greenpeace y con Juantxo pero comparar eso con la libertad de expresión o la ley antiblasfemia es un error que, por cierto, no hace ningún favor a Juantxo.
Estás mezclando el QUÉ con el CÓMO. Y en ese mareo de perdiz acabaremos perdiendo la libertad de expresión y eso es lo peor que nos puede pasar.
Siento discrepar pero no lo he podido evitar. Un saludazo y a seguir escribiendo 😉
Muy bueno.
El mayor servilismo (y despotismo) es el que impone la condición asalariada: uno ya se cuida muy mucho de no incordiar «a quien te da de comer» (aunque en realidad es el trabajador el que da de comer, y mucho, al amo capitalista).
En esencia es lo mismo pero en la práctica hay una ligera diferencia que lo hace ser diferente, y que tiene que ver con las consecuencias.
Si tuviera que elegir prefiero que me juzgue un juez danes o irlandes por injurias o blasfemia a que me juzgue un tribunal islámico por el mismo supuesto delito.
Y siendo una barbaridad la estancia en las cárceles de su majestad danesa del dirigente de Greenpeace, seguro que no tiene miedo de que le corten el cuello como es norma en algunos tribunales de otras partes del planeta.
Parece lo mismo pero no lo es. La cantidad hace la calidad en este caso.
[…] Escribía esta mañana que “La dignidad de los bufones reside en que hacen ver que el rey está desnudo: no es tanto su broma lo que ridiculiza el poder sino la imbecilidad del poder que no entiende la broma ni la encaja.” Y en el caso de la viñeta de Eneko es tal cual: más revelador que la viñeta son algunos de los comentarios que recibe. Más allá de las simples repeticiones de consignas fedeguicas (”que cambie el sistema en Cuba“, “Todos comunistas y al que no le guste le metemos en una checa“, “Ya es hora de que la morenita deje de pedir y pedir al calvo blanquito y se deje el lomo currando como hizo el calvo blanquito en su día“) hay un comentario que define exactamente el sistema que hay que cambiar y por qué algunos no quieren cambiarlo: enhorabuena al comentarista, pues la ha clavado: […]