«No somos conscientes a veces de que un pueblo milenario y una nación centenaria ha hecho tanto por toda la humanidad. ¿Qué otro país puede decir que un nuevo mundo fue descubierto por ellos? (…)La Hispanidad es el momento (sic) más brillante de la humanidad porque nunca antes había conseguido trasladar la cultura, la historia, la religión a tantos sitios a la vez«.

Se supone que Pablo Casado quería hacer un discurso de enaltecimiento patriótico, ahora que hay una disputa en la derecha española por liderar el torrentismo. Y le salió así de anacrónico, de ridículo, de infantil e iletrado a partir de «la Hispanidad», a la que resignificó hasta el punto de hablar de ella como de un hito o un momento (¿?): probablemente se refería al Descubrimiento de América pero le salió así para añadir comicidad.

Hay mimbres de sobra para hablar bien de España. De su Historia, de la Historia de los pueblos que habitaron lo que hoy es España y de muchos aspectos presentes de nuestro pueblo sin necesidad de caer en un patetismo sonrojante.

Sería muy constructivo reivindicar a filósofos, científicos y sabios musulmanes, judíos y cristianos y tomar como ejemplo oportunísimo la convivencia simbolizada en Toledo que hubo a veces entre las distintas culturas y religiones en los reinos ibéricos medievales.

Tenemos en nuestra Historia un «siglo de oro» que conocer y del que presumir, un Cervantes del que empaparse más allá que como marca comercial, una generación del 27, un Lorca, un Machado, un Juan Gris, un Picasso… Tenemos científicos que se rebelaron contra la miopía histórica de nuestras élites, tenemos al tipo que ganó un Nobel de Medicina por descubrir las neuronas. Tenemos hasta políticos que hace siglo y medio prefirieron dimitir antes que firmar una pena de muerte. Somos uno de los primeros países en el que se reconoció el derecho al voto universal, también a las mujeres. Hemos sido vanguardia de la expansión de los derechos de la comunidad LGTB cuando nos contaban que en nuestro ADN nacional estaba el machismo y el odio. Nuestro pueblo ha estado numerosas veces en la calle en defensa de la paz, en contra de las guerras.

Podemos recordar la dignidad exhibida en varios levantamientos populares, desde la revuelta de los comuneros al 2 de mayo, llegando a la resistencia antifascista tras el golpe de Estado de 1936 y durante toda la dictadura. Somos el país que protagonizó el mayor ejemplo de solidaridad internacional que se recuerda cuando miles de ciudadanos de todo el mundo vinieron a España a defender un régimen constitucional frente a los fascismos europeos. Eran españoles los primeros héroes que entraron en París en su liberación de la ocupación nazi y todos los años Francia lo agradece emocionada.

Podemos presumir también de nuestro presente, de la dignidad del 15M, cuando catalanes, madrileños, castellanos, andaluces, vascos… nos pusimos en pie para defender nuestra democracia y nuestros derechos; podemos presumir de cómo el Orgullo Gay fue en España un movimiento absolutamente masivo hace ya varios lustros y del vigor del movimiento feminista cuyas movilizaciones están en primera línea mundial. Nuestro pueblo ha conseguido, pese a los intentos actuales de los canallas, que no haya una respuesta xenófoba e intransigente a la crisis económica, los recortes y el saqueo sino que, a diferencia de tantos países, la respuesta ha sido un movimiento en defensa de la democracia, la decencia, los derechos sociales… la libertad, la igualdad y la fraternidad, vaya. Hay miles de científicos y jóvenes (y no tan jóvenes) participando en investigaciones punteras en todo el mundo y evidenciando que la España de cerrado y sacristía ya sólo existe en las ensoñaciones de Pablo Casado.

Claro que se puede hablar bien de España sin parecer gilipollas. Pero para eso habría que hablar de una España emancipada, libre, demócrata, honesta, inteligente, rebelde, fraterna, exigente… y esa es exactamente la España contra la que siempre han luchado los Pablo Casado de nuestra Historia.