España tiene muchas cosas buenas, vanguardistas, divertidas, avanzadas. Pero nuestra extrema derecha… nuestra extrema derecha siempre ha sido una puta mierda. Asesinaban igual, pero mientras los fascismos europeos se rodeaban de una inteligencia moderna que avanzaba casi con belleza hacia el Mal, su versión hispánica era una cutrez, rancia e intelectualmente fofa que daba vergüenza ajena. Mientras los nazis hacían Olympia, los franquistas hacían Raza (reconvertida en El Espíritu de una Raza cuando la ultraderechita cobarde vio que sus socios perdían la II Guerra Mundial). Mientras en Europa tienen a Marine Le Pen aquí tenemos a Santiago Abascal. Ellos tenían a Carl Smith y Vilfredo Pareto y nosotros a Millán Astray. Por eso hasta para reírse de ellos había que tener el ingenio creativo de Charles Chaplin y Lubitsch y de lo nuestro nos reíamos con retratos costumbristas de Berlanga.

La exhumación de Franco está trayendo a la vista de todos los españoles el reducto de personajillos histriónicos que encarna hoy el franquismo. El pobre chico ese al que le han convencido de que es un ácido reportero nacional vistiéndose de monje para descerrajar la puerta de la Basílica del Valle de los Caídos bien podría haber sido un hermano bobo de José Luis López Vázquez en La Escopeta Nacional. La señora gritando «Queremos ir a misa», el legionario tripón desesperado porque no le dejan arrimar su estampa a la de «mi comandante», Rocío Monasterio pidiendo a Ayuso que le hagan una autopsia a Franco, aquella señora que paseaban por las tertulias porque había hecho una página de Facebook contra la exhumación de Franco, los monjes benedictinos atrincherándose a su business funerario…

Todo ese elenco patético es una muestra de en qué consiste hoy nuestro franquismo. Cuando dicen que repudiar la dictadura, reconocer a sus víctimas, construir una memoria propia de una democracia que se abraza a los derechos humanos… reabre heridas, tienen que añadir que sólo hiere a este reducto de personajillos casi conmovedores a los que podríamos ayudar a que superen el trance, pero que no parecen tener la altura histórica como para seguir deteniendo a un país.

De eso se tendría que dar cuenta de una vez nuestra derecha. ¿De verdad quieren exhibir que les molesta algo tan obvio, tan incipiente (tan insuficiente) como lo que va a suceder este jueves 44 años tarde? ¿No se da cuenta nuestra derecha de que tanto a España como a la propia derecha española le vendría muy bien (no ya por decencia: por mero cálculo) ponerse sin paliativos del lado de la democracia y los derechos humanos? ¿De verdad no echan cuentas para comprobar que sólo queda un puñado de cómicos histriones para los que la democracia reabra heridas? ¿Qué hemos hecho para tener esta birria de extrema derecha?