Ayer Público dedicó su portada y varias de sus primeras páginas a las izquierdas de ámbito estatal situadas a la izquierda del PSOE. Además de una estupenda entrevista a Cayo Lara y de un artículo sobre propuestas ante la crisis que hace Izquierda Unida, había otro artículo en el que situaba a casi todas las fuerzas políticas relevantes (y alguna irrelevante) en el mapa. Junto con algún comentario sobre cada una de estas opciones, se señalaba el número de votos y de militantes que tienen. En general, las más implantadas no llegan a las mil personas afiliadas, salvo Izquierda Republicana, que presume de dos mil militantes, aunque el dato no parece demasiado fiable (especialmente comparado con los 2899 votos que obtiene una fuerza de innegable atractivo simbólico: ¿no llegan al voto y medio por militante?).

Cada una de las fuerzas puede o no tener su atractivo. Personalmente hay alguna que me produce más bien rechazo por resultar más arcaica (y menos simpática) que el ludismo, pero reconozco que es una cuestión más afectivo-estética que política: entre las formaciones con las que más me gustaría converger está una izquierda claramente anticapitalista que se escindió de IU por su izquierda,Izquierda Anticapitalista, y una izquierda liberal de larguísima tradición histórica Izquierda Republicana.

Tras un periodo de descomposición política y organizativa de Izquierda Unida, ha podido resultar muy atractiva la aparición de otras fuerzas (como seducía a alguna gente el intento de sacar de IU a algunas de las partes que la componen). En el caso de Izquierda Anticapitalista ha sido importantísima la aparición de un manifiesto firmado por centenares de intelectuales referentes de la izquierda, por más que tal manifiesto lo que señala es la voluntad de que el partido se pueda presentar a las elecciones europeas: yo también quiero que tenga ese derecho sin que ello me comprometa políticamente más que a la defensa del pluralismo político.

Siendo IA la fuerza con más capacidad de amenazar la hegemonía de IU, su problema es el mismo que está en realidad en el centro de los problemas de IU pero extremado: la falta de militancia. Si podemos estimar que IU tiene 30.000 afiliados y afiliadas, IA presume de tener 800 (IU en realidad dice que tiene 50.000). Una fuerza así puede llegar a tener bastantes votos, especialmente si cuenta con la dirección de intelectuales reconocidos y con una relativa visibilidad social. Pero entonces se configurará como una fuerza elitista, con una vanguardia al frente sin bases sólidas sobre las que apoyarse.

Un esfuerzo crucial de Izquierda Unida tras su crisis debe ser el de encontrarse con todas esas izquierdas (las políticas y las sociales) para hacer un proyecto común de transformación de la sociedad sumando los medios personales y materiales con tal objetivo. Izquierda Unida debe ser generosa, no cabe duda: primero por ser el pez grande y también porque debe ser una seña de identidad la conversión en un hogar cómodo en el que las distintas izquierdas se puedan encontrar y trabajar. Pero los otros partidos y movimientos deberían ser conscientes de la imposibilidad de ser coherentemente de izquierdas sin una importante base social que haga de la transformación un proyecto democrático que emerja de abajo hacia arriba. De tal convergencia  puede salir, por qué no, una nueva fuerza distinta a lo que hay y ha habido: esa es nuestra apuesta por la refundación.

Es una apuesta por constituir una izquierda relevante. Una izquierda peligrosa.