Mariano Rajoy hizo de la obviedad un arte. Su “no es cosa menor o dicho de otra forma: es cosa mayor”, su inolvidable “un vaso es un vaso y un plato es un plato” formarán para siempre parte de nuestra formación intelectual como expresiones tardías de la teoría de la verdad de Tarski (esa que nos explica que la frase “la nieve es blanca” es verdad si la nieve es blanca).

A veces las aparentes obviedades no son tales: sucede con Tarski pero también con Mariano Rajoy. Cuando Rajoy dijo que en política “hay que hacer lo que hay que hacer” no dijo ninguna obviedad, porque es rarísimo que en política se haga lo que hay que hacer. En política somos hijos de mil presiones, algunas sin duda ilegítimas, otras perfectamente normales como el qué dirán, los sentimientos personales, la presión de compañeros y amigos, o muchas veces la mera inercia que pesa como una losa.

Cuando en 2014 nació Podemos muchos sabíamos que eso era lo que había que hacer. No había poca gente que venía debatiendo desde hace tiempo cómo refundar el espacio político que encarnaba el 15M. Pero lo hicieron unos pocos que pronto se convirtieron en muchos. Fundaron Podemos. Rompieron todas las inercias de la izquierda de la que ellos mismos venían, se enfrentaron a críticas e insultos, eran títeres de los medios de comunicación que los aupaban porque eran inofensivos, un invento del IBEX, lo hacían por pillar un escaño, en realidad eran de derechas. Se dijeron muchas barbaridades. Y todas eran falsas. Y además el ruido que generaban en los espacios militantes era proporcional al sopor que generaban en la infinita mayoría de la ciudadanía.

Hicieron lo que había que hacer y eso en política a veces es heroico. Entonces, sin duda, lo fue.

El miércoles pasado cualquier analista o dirigente de Podemos que hubiera debatido sobre qué hay que hacer en la Comunidad de Madrid para evitar que siga gobernando el partido orgánico de la Púnica, la Lezo, el Tamayazo con los fanáticos amamantados en los chiringuitos de Esperanza Aguirre hubiera dado una receta evidente: hacer un tándem entre Manuela Carmena e Íñigo Errejón y proponer para la Comunidad de Madrid un espacio de encuentro entre muchos, como en la Comunidad de Madrid; y, de paso, si se podía facilitar la vida a los votantes (muchísimos de los cuales llegan a los colegios electorales confusos, como sabemos quienes hemos sido interventores o apoderados) explicitando ese tándem con un mismo nombre de candidatura, mucho mejor. De hecho, cuando se anunció el jueves todo fueron sorpresas y aplausos, pero no hubo críticas relevantes hasta el comunicado de última hora de la tarde. Porque no había mucho que reprochar fuera de las lógicas de aparato interno de partido político.

Eso era lo que había que hacer. Pero en política hacer lo que hay que hacer no siempre es fácil porque siempre hay enormes resistencias (unas legítimas y honestas; otras no tanto) a girar el timón cuando es necesario. Y ahora era más que necesario. Cualquier analista es consciente del camino hacia el que nos hubiera conducido la comodidad de la inercia.

Ayer Íñigo Errejón tuvo mucho tiempo para explicar su propuesta, la que hace a la ciudadanía madrileña de la mano de Manuela Carmena. Estuvo cerca de dos horas respondiendo a preguntas (algunas muy incómodas, por supuesto) en La Sexta. Estoy convencido de que supuso un punto de inflexión porque resultó demasiado obvio que esto era lo que había que hacer y que frente al politiqueo está la Política, que quien en vez de pensar en la lógica de un aparato partidista preocupado por el poder interno piense en cómo evitar entregar Madrid al tripartito de la corrupción, el odio y el saqueo tiene razones sobradas para sentarse a sumar y dejar de fabricar artificialmente un incendio, otro más. Estos días ha habido quien ha exhibido obscenamente su desinterés por el éxito político del Madrid democrático y honesto y con esa exhibición también responden a por qué un acuerdo objetivamente positivo tuvo que gestionarse con tanta discreción.

Manuela Carmena e Íñigo Errejón han sido, de nuevo, valientes y generosos con la ciudadanía de Madrid haciendo lo que había que hacer. Hay varios indicadores alejados del ruido politiquero que nos prueban que desde el jueves Más Madrid se ha convertido en la esperanza de muchos madrileños menos interesados en los vodeviles palaciegos que en echar a quienes han robado de sus hospitales, de los colegios de sus hijos, de su recibo del agua… y poner la Comunidad de Madrid a funcionar de una vez.

Pasados los días de la sorpresa la situación se tendrá que aclarar rápidamente. Es importante sumar, juntarnos, hablar de política, de cómo desalojar a la mafia de la Comunidad y seguir modernizando la ciudad de Madrid y tantas otras ciudades y pueblos. Y, sobre todo, urge dejar de hacer un ruido tan antiguo cargado de adjetivos triviales y rancios que dicen mucho de quien los usa y muy poco de sus destinatarios. El enemigo es quien quiere robarnos los servicios públicos, los derechos sociales, las libertades civiles. Y contra ellos vamos.