Hace ya varios días, antes de que España fuera una dictadura, nos informaron los medios de que en Venezuela ya se estaban cerrando radios «opositoras» lo que, convenientemente vinculado con el Proyecto de Ley de Delitos Mediáticos dan el resultado: en Venezuela no hay libertad de expresión. El País, que ayer mismo se escandalizaban por la reiteración en las mentiras del PP para denunciar nuestra dictadura (la actual: el franquismo no fue una dictadura, sino la antesala de la Transición), no cejan en la reiteración de mentiras para denunciar la dictadura en aquellos países en los que sus intereses empresariales no están suficientemente mimados.
Tan acostumbrados como estamos a estas mentiras, cuando oímos noticias sobre la terrible dictadura venezolana las ponemos en solfa. En el caso del cierre de las emisoras, la cosa no parece tener muchos dobleces. Según el Ministro de Obras Públicas venezolanolos criterios que han llevado a estos cierres son «el vencimiento o anulación de sus concesiones, ya sea por el fallecimiento o la renuncia del anterior titular, por el vencimiento de la fecha de concesión, porque los titulares de la misma no se presentaron en Conatel durante el período indicado o donde se declaró improcedente el cambio de título, lo que lleva a la extinción de la concesión«. Si esto es así, no sé qué razones habría no ya para criticarlo sino para hacer de esto una noticia.
El gobierno de Zapatero intentó cancelar las emisiones en analógico del segundo canal de Telemadrid (La otra) por operar sin licencia. Tampoco concedió licencia para emitir en analógico a los canales digitales de Vocento y Unidad Editorial. Madrid y Valencia han concedido licencias televisivas sólo a medios de derechas y especialmente de extrema derecha. Sin necesidad de recordar el cierre ilegal de Egin, parece difícil dar lecciones desde España de pluralidad mediática, especialmente en un país en el que la inmensa mayoría de los medios se mueven entre márgenes ideológicos bastante más cercanos que los que separan a los medios venezolanos.
Sería sencillo mostrar que alguna de las emisoras cerradas sí cumplía los términos administrativos y que la razón es meramente política. No la he conseguido encontrar a pesar de que habría sido portada en casi todos nuestros pluralísimos medios. Mientras no consigamos que alguien muestre que se han cumplido las exigencias administrativas o que éstas son distintas en función del color político de cada medio no parece que se hayan cerrado emisoras opositoras, sino que se ha exigido estrictamente el cumplimiento de la norma administrativa. Lo cual puede ser criticable, no digo que no, pero es un asunto infinitamente menor.
Tiene que ser divertido vivir en un país en el que se puede cantar en las manis «lo llaman dictadura y no lo es».
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NOTA: Con la excusa venezolana comienzo aquí una serie sobre la libertad de expresión que me va a llevar unos días. Mañana, si no pasa nada, escribiré sobre el proyecto de ley de delitos mediáticos y los siguientes días escribiré dos o tres apuntes sobre algunas ideas que he estado pensando al respecto de la libertad de prensa. Es lo bueno del verano. Permite salirse del día a día politiquero porque en verano nunca pasa nada. La única noticia que hay en verano son las declaraciónes de una tipa que se pasa con el carajillo y luego graba un vídeo en Marbella. En verano nunca pasa nada salvo eventos de escasa relevancia como la revolución francesa, la independencia de las colonias británicas en América, el alzamiento militar fascista del 36, las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagashaki, el asalto del cuartel Moncada, el golpe de Estado contra Gorbachov y la invasión de Kuwait. Ah, y el embarazo y aborto de Borja Thyssen. Por lo demás en verano, repito, no pasa nada.
Información Bitacoras.com…
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Con lo del embarazo y aborto de Borja Thyssen «me has tocado la patata» (como decímos los chungos de por aquí cuando algo nos ha llegado al corazón):
Este verano estoy viendo después de comer «Sé lo que hicisteis» de La Sexta (nunca lo había visto porque a esas horas nunca estaba en casa). He de decir que es un programa que (a pesar de que te pone al día de la «actualidad del corazón» a base de criticar a los programas del corazón) dice ciertas cosas que alguien tenía que decir.
Lo bueno es que te ríes y que ridiculizan a la Patiño, cosa que siempre se agradece. Lo malo es que ahora no puedo hacerme el interesante diciendo cosas como «¿Blanca Cuesta? No sé de quién me hablas, ¿es un personaje de alguna novela de Pérez Galdós?» (después de decir eso solía tomar un sorbo a mi copa de champán y ajustarme el monóculo).
Todo por la pasta, no hay más Hugo…
Dictadura para quién, habría que aclarar. Los de Egunkaria siguen pasando un calvario judicial. Los inmigrantes siguen siendo acosados por la policía. En nuestras fluídas democracias los derechos y libertades son de geometría variable.
En cuanto al cierre de las emisoras venezolanas, habría que añadir que las nuevas licencias se otorgarán a medios comunitarios. En España suelen regalarse a medios vinculados a los partidos políticos del poder o a empresarios amigos.
Dicho esto, los ataques de los de siempre no deberían blindar el gobierno de Hugo Chávez frente a toda crítica. Espero tus comentarios sobre el discutible proyecto de Ley de Delitos Mediáticos.
Un abrazo.
Su nota sobre los acontecimientos del verano me ha dejado agotado. Menos mal que la revolución de octubre solo ocurre en noviembre.
Javi, yo estoy al día por el curro. Pero esto me recuerda una anécdota que contaba Semprún. Cuando era comunista durante Franco estaba en un bar y alguien le preguntó sobre un gol de Di Stefano. El dijo que no sabía quién era ése y todo el bar se calló y se quedó mirándolo.
Decidió que para mantenerse en la clantestinidad tenía que aprender de fútbol y al aprender le empezó a gustar mucho.
¿Podríamos vivir en la clandestinidad sin saber de las peripecias paternales de Borja? Yo tendría muy difícil no ya la clandestinidad, sino la mera conversación con mis compas de curro.
Penita de medios vendidos a las multinacionales y a sus intereses comerciales. Aun así el caso de Venezuela es especialmente escandaloso. No existe ni un sólo medio de comunicación, quizá exceptuando el diario Público, en el que uno pueda encontrar no ya un artículo que hable de Chávez en terminos de relativa neutralidad, sino que ni siquiera existe un mínimo razonamiento sobre lo que se dice. Se habla de que la nueva ley de Educación venezolana atenta contra la libertad de expresión pero no se da ni un sólo argumento que sostenga esa opinión. Ni tan siquiera se ofrece la posibilidad de conocer el texto de dicha ley. Al final siempre toca buscarse las castañas en otra parte para poder informarnos…
[…] al cierre de unas cuantas emisoras por motivos administrativos, se está criticando mucho el Proyecto de Ley Especial de Delitos Mediáticos que ha presentado la […]
Samuel, efectivamente a mi la ley de delitos mediáticos no me gusta un pelo y así he tratado de expresarlo hoy.