Cada día que pasa resulta más evidente la imposibilidad del independentismo parlamentario de hacer valer la suma de sus escaños para un proyecto rupturista real. El PDCat parece instalado en un rupturismo inmediato (desde lejos y seguro que con insuficiente información diría que está instalado en un mesianismo suicida); ERC parece haber decidido (un año tarde) medir las fuerzas propias antes de dar pasos catastróficos; y las CUP son las CUP. La derrota de ayer en las resoluciones votadas en el Parlament, la imposibilidad de compartir fórmulas realistas (legales) para mantener la mayoría parlamentaria… evidencia la absoluta desunión del independentismo y por tanto la ausencia de una mayoría no ya para un proyecto histórico como sería la independencia sino siquiera para el gobierno ordinario de una comunidad autónoma.
No se ha acabado el conflicto territorial en Cataluña (en España). Es más: quien lo trate como terminado se garantiza su enquistamiento y por tanto un rebrote mucho más ingestionable. Pero lo que sí es evidente es que a corto plazo no hay un proyecto en Cataluña que amenace realmente la unidad territorial de España.
Deberíamos estar muy contentos ¿verdad? Pues parece que no.
El Partido Popular y Ciudadanos siguen pidiendo la aplicación del 155. No necesitan incumplimiento de la Constitución alguno. Que se aplique el 155 porque sí, porque Torra dice cosas independentistas, aunque no las haga. Que se aplique el 155 y sin la tibieza de Rajoy: que se aplique y se cambie la TV3 y los colegios catalanes, que el independentismo catalán se explica por la tele y por los coles. Por eso en 1977 tras 40 años de colegios y televisión franquista todos los catalanes votaron a Alianza Popular y Fuerza Nueva. Por eso el independentismo en Cataluña ha ido creciendo año a año, poco a poco durante cuarenta años, según salía la gente del instituto independentista, y no prácticamente de golpe tras la sentencia del Constitucional tumbando el Estatut que habían votado los catalanes.
Deberían estar contentos quienes quisieran una derrota institucional del independentismo.
Pero entonces ¿por qué Partido Popular y Ciudadanos mantienen la furia? ¿Por qué hacen como que no se enteran, como que el independentismo es más fuerte que nunca y no sólo gobierna en la inminente República Catalana sino que de hecho gobierna en España?
Sería un disparate si PP y Ciudadanos quisieran un independentismo débil. Pero no. La división en el Parlament evidencia que las apelaciones a un nuevo 155 por PP y Ciudadanos no tienen nada que ver con “luchar contra el independentismo”. Más bien al revés: son la expresión del pánico a que el Procés se diluya y no tengan espantajo con el que engañar, sobre todo, a los españoles.