Son muy reveladoras las portadas del entorno mediático del PP para entender el desánimo de la derecha con los candidatos señalados por el dedo de Pablo Casado para Madrid. La Razón explica que «Casado desoye a los que pedían un golpe de efecto y apuesta por leales«; ABC define a Díaz Ayuso como «figura del partido» cuyo objetivo es «retener la Comunidad» y a Martínez Almeida como «el líder de la oposición municipal para frenar el efecto Carmena».
No tienen mucho entusiasmo que ofrecer. Retener el poder que se les escapa, frenar el apoyo popular a una alcaldesa, y para ello dos personas de partido cuyo gran mérito político, ético e intelectual es la adhesión inquebrantable al Jefe, Jefe, Jefe.
La designación de Almeida, un hombre que sigue siendo desconocido para casi todos los madrileños tras haber sustituido a la fugada Esperanza Aguirre durante media legislatura, revela probablemente un aluvión de negativas a enfrentarse a Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid. No tienen más: más allá de su histriónica oposición a Manuela Carmena, son conscientes de que sólo pueden volver a destrozar la capital si la gente no va a votar (como en Andalucía). No han encontrado nada mejor frente al asumido «efecto Carmena» (ABC dixit).
La candidatura de Díaz Ayuso es una muestra del fracaso del PP en la Comunidad de Madrid. En los últimos ocho años el PP de Madrid ha tenido que poner cuatro presidentes distintos. El PP nos pide que asumamos a una quinta tras Esperanza Aguirre, Ignacio González, Cristina Cifuentes y el purgado Ángel Garrido. Los tres primeros acosados por la corrupción, el fraude, la mentira y los juzgados. El único que no ha tenido problemas conocidos de corrupción (y a quien siempre he reconocido públicamente que hizo cambios positivos -no tenía el listón alto- cuando presidió el Canal de Isabel II) no era suficientemente ultra para Pablo Casado y tenía el pecado de haber apoyado a Cospedal antes que a Casado.
En eso Ayuso ha sido mucho más lista: su oportunismo le llevó a ser la más aguirrista de la clase, la mano de Cifuentes en la Asamblea de Madrid y ahora la más casadista del PP. Del mismo modo que en los años del tamayazo fue la estudiante de la Complutense más afín a Dionisio Ramos. En estas semanas navideñas las televisiones dieron a conocer a Ayuso como la portavoz fanática de este PP ultra, sin complejos. Pero su biografía política muestra que no es fanática sino mercenaria, de lo que carece no es de complejos sino de principios.
Casado da por perdida Madrid. Sus designaciones sólo son comprensibles en clave de política interna de partido: leales al Jefe que reconstruyan una organización corrupta y atraigan a votantes de extrema derecha. No son designaciones para gobernar Madrid sino para gobernar el PP de Madrid.
Le toca a la ciudadanía madrileña, nos toca a todos, recuperar la Comunidad para que junto con el Ayuntamiento demos la espalda a ocho años de sectarismo, mangoneo y desgobierno y pongamos nuestra sanidad, nuestra educación, nuestro metro… nuestra Comunidad a funcionar de la mano de los ayuntamientos.