No todo es malo en el cierre de Megaupload. Ayer circulaba por la red una comparación de esas que son tan obvias que los aludidos sólo responden que se trata de demagogia: Obama no ha sabido, no se ha atrevido o no ha podido cerrar Guantánamo en tres años pero el FBI sí ha podido cargarse Megaupload en una intervención espectacular (tiene pinta de haber película pronto: “Predator Vs Megaupload“). La comparación tiene una virtud y es hacer evidente que el FBI no está defendiendo los derechos de los autores y creadores. Si se tratara de defender derechos ciudadanos, de perseguir a quienes los violan, etc efectivamente el aparato político-policial-industrial de Estados Unidos tendría que haber empezado por otras violaciones que igual son algo más dañinas.

Probablemente la intervención del FBI no es más que un instrumento de presión sobre esos senadores de EEUU que ante la protesta de importantísimas páginas webs (de Wikipedia para abajo) por la SOPA (la Ley Sinde-Wert de allí) habían empezado a renegar del proyecto. Estados Unidos está poniendo toda su maquinaria de presión sobre los gobiernos títeres: los cables de Wikileaks ya mostraron que la Sinde sólo cumplía una orden de la embajada estadounidense y la última exhibición colonialista del embajador fue la bronca al gobierno de Zapatero por haberle dejado el muerto del reglamento al pobre Wert (que bastante tenía con defender el fin de las políticas culturales y pasar a un modelo en el que la cultura esté controlada exclusivamente por el poder económico: promoción del mecenazgo, lo llama el PP).

Tras años viendo series alojadas en Megaupload, no parece haber otra interpretación al hecho de que se produzca sólo un día después de las protestas contra la SOPA que la presión contra esos senadores: se les coloca en un dilema mucho menos sutil, que ahora es entre su policía y los delincuentes a los que seguro que se identifica con terroristas como se hizo en España cuando se desarticuló la cúpula de Anonymous.

Ya quedó en evidencia con los cables de Wikileaks que Estados Unidos está imponiendo una legislación en Internet cuyo fin es la defensa de una industria que explota derechos de propiedad industrial e intelectual. No creo que nadie que no tenga un grado de cinismo superlativo suponga que el FBI y sus peones estén preocupados porque los escritores y cineastas españoles puedan vivir dignamente. Sólo indirectamente los creadores podrán recoger algo, como algún albañil se beneficia de la última concesión de tal o cual consejero de obras públicas a Florentino Pérez.

A ello habría que añadir que tampoco entre los defensores de la cultura libre deberíamos tener el cinismo de ver Megaupload o Series Yonkis como otra cosa que un proyecto empresarial aunque indirectamente puedan generar la difusión de productos culturales. No son proyectos de defensa de la cultura sino de enriquecimiento aprovechando una legislación absurda y un modelo cultural industrial: una pelea por la pasta no por la difusión de la cultura. Como un traficante de drogas no es un activista por la libertad de consumo sino alguien que se aprovecha de las restricciones absurdas e ilegítimas. Lo que sí muestran Megaupload y Series Yonkis es que hay otros caminos que pueden generar una nueva gran Biblioteca Pública que haga que tengamos mucho más acceso a libros, películas, música… sin discriminación de renta (salvo por la brecha digital) pero generando ingresos más que suficientes para garantizar que sus autores y quienes trabajan en ellos vivan de sus creaciones.

Ni el FBI ni la embajada estadounidense de ningún país defienden a los escritores ni músicos (salvo quizás a Lucía Echevarría y Alejandro Sanz) ni los chavales que ahora quieren vender Series Yonkis al pastizal que puedan (desde ayer por algo menos, supongo) hacen caja por altruismo. La alternativa cultural en la que nos tenemos que encontrar quienes tienen y ejecutan ideas y quienes las disfrutamos no va de la mano de ninguno de ellos.

Si el FBI cierra Megauploads y Wert lo imita con las webs que le dicten es por considerar prioritario en la red la defensa de unos intereses corporativos. Qué intereses políticos, económicos o militares sean prioritarios será el único límite que se ponga Estados Unidos para cerrar webs. Ahora ha sido en defensa de la cultura; las próximas pueden ser en defensa de la democracia o la libertad.

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