Probablemente este haya sido el primer Dos de Mayo en mucho tiempo en que haya estado en disputa su sentido popular. Como desde hace mucho tiempo el Partido Popular usó las fiestas de la Comunidad de Madrid para soltar un mitin de su partido y contar un Dos de Mayo metido en una camisa de fuerza imposible. Esta vez Cifuentes hizo un triple mortal con tirabuzón asegurando que «el espíritu del 2 de mayo fue el que permitió una transición pacífica a la Democracia en España«: por supuesto ese espíritu del 2 de mayo estaba tan inventado como el carácter pacífico de la transición (con minúscula) a la Democracia (con mayúscula). Eso no es novedad: desde hace lustros el PP de Aguirre (que es este mismo PP) viene manoseando el Dos de Mayo como origen de esa oscura caverna suya auoproclamada liberal: su cénit fue los 15 millones regalados a Garci para hacer una película de propaganda al respecto.
La novedad este año ha sido la disputa del significado del Dos de Mayo. Por fin desde la oposición se defendió su significado de defensa de la soberanía popular y puesta en marcha de un país avanzado, soberano y digno empujado por los sectores ilustrados más avanzados del país. Lo pudimos ver, como máximos exponentes en un vídeo de Pablo Iglesias y en varios tuits de Íñigo Errejón mientras Manuela Carmena participaba en una lectura pública de El 19 de marzo y el 2 de mayo de Galdós. Todo ello recuerda el sentido que siempre tuvo en nuestro país celebrar el dos de mayo y que en un momento de crisis, de conflicto entre pueblo y élites entregadas a poderes ilegítimos cuyos intereses están fuera del país real cobra todo el sentido.
Los que hace dos siglos llamaban afrancesado a Goya hoy le aplicarían la ley mordaza por retratar a la autoridad sin su consentimiento.
Más allá de la complejidad historiográfica de lo que pasó entre 1808 y 1814, si por algo vale la pena recordar esas fechas es por la primera reivindicación de la soberanía nacional (importada paradójicamente de la Revolución Francesa) en Cádiz, y por los fenómenos por un lado de levantamiento popular y por otro de traición de las élites felonas que gobernaban el país. Durante buena parte del siglo XIX el Dos de Mayo fue la fiesta nacional que reivindicaban los sectores progresistas y revolucionarios españoles para la construcción de una idea nacional, esto es, para fundamentar en nuestra Historia la defensa de la soberanía de nuestro pueblo y de principios irrenunciables que fundamentarían los pensamientos democráticos y emancipadores. Los sectores reaccionarios que buscaron una idea de España anclada en Torquemada, Isabel la Católica y Trento optaban por el Doce de Octubre como fiesta nacional, nunca por el Dos de Mayo.
Lo interesante de la disputa es sobre todo la negativa a entregar la Historia de España a quienes quieren convencernos de que nuestro país es un país trágicamente encerrado en sí mismo, un país de tinieblas, inquisidores y melancolía. No se trata aquí de interpretar académicamente qué pasó entre 1808 y 1814 que bien sabe cualquiera que pasaron muchas cosas incluso contradictorias entre sí. Se trata de construir país y el país se construye haciendo memoria, con un andamiaje y unos cimientos en cuyo ADN no está rendirse ni entregarse a la oscuridad y la irracionalidad.
Nuestros poderosos han vivido demasiado tiempo sobre una construcción de la memoria del país que sitúa en nuestra normalidad la derrota del pueblo, de la libertad y de la razón. La leyenda negra que nos construyeron desde fuera y que alimentó terriblemente Montesquieu en sus Cartas Persas fue también para nuestras peores élites el alimento con el que anclar a nuestro país: no discutían que nuestro ser como país fuera el atraso y la superstición sino que eso estuviera mal.
Si queremos cambiar el país construyendo pueblo tenemos que disputar la Historia. El enemigo de nuestro pueblo lo entendió hace mucho y le ha ido muy bien gracias a ello. Convenzámonos de que nuestro pueblo tiene mil momentos de lucha contra las élites, de combate digno contra la imposición, de avances emancipatorios. Y celebrémoslo.
Son ellos quienes van contra la esencia de nuestro país. Es la única forma de vencerlos. A ver si va a resultar encima que los patriotas son ellos.
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