Parece ser que el papa Francisco mantiene la arraigada tradición católica de homenajear a un sector de víctimas de la guerra civil: aquellos a los que considera víctimas de una persecución religiosa, es decir, aquellos cuya muerte no puede achacar a los fascistas.Va a betificar a algo más de 500 «mártires del 36» en Tarragona el 13 de octubre (el día siguiente al 12 de octubre en Cataluña: todo muy oportuno para que  allí se desligue la españolidad del fascismo, claro que sí). Rouco Varela, que probablemente tiene más peso en el asunto que el papa, dice que esto «no tiene nada que ver con la política«. Que eso es una estupidez es evidente: la Iglesia Católica no beatifica a ningún religioso al que asesinaran los golpistas (curas vascos, por ejemplo) ni piden perdón por su colaboración con el mayor asesino de la Historia de España, al que paseaba bajo palio y que inauguró su diplomacia tras la II Guerra Mundial con el Vaticano. Pero esto no es nuevo: no hay nada nuevo que comentar de la complicidad voluntaria y mantenida de la Iglesia Católica con el genocidio español. Lo llamativo es que Rouco invita «a la Casa Real» a la beatificación.


Doy por hecho que en Zarzuela declinarán discretamente la invitación, que bastantes líos tiene ya la monarquía española como para recordarnos explícitamente su carácter franquista, pero lo interesante es que invite a «la Casa Real», es decir, a toda la familia. Esto es: al menos invita a Juan Carlos, Sofía, Felipe, Letizia, Leonor y Sofía jr.

En los últimos meses ha aparecido un libro publicado por el primo de Letizia Ortiz, David Rocasolano, en el que se documenta con pruebas inequívocas que Letizia Ortiz antes de convertirse en princesa decidió libremente interrumpir un embarazo que tuvo. A Letizia Ortiz sólo habría que reprocharle la cobardía y la hipocresía de no mantener su normalidad (una mujer que se casa por lo civil, se divorcia, decide libremente sobre su cuerpo y su maternidad… una persona normal) al entrar en una institución como la monarquía. Pero eso sería engañarnos tanto como quienes dicen que hay que modernizar, democratizar, hacer más transparente la monarquía: la monarquía es un instrumento del poder para, entre otras cosas, hacer pasar por neutros los valores más reaccionarios así que Letizia Ortiz pasó por el aro a cambio de un gran botín. Incluso pensando bien de ella, tampoco sería la primera persona que renuncia a sus principios por amor. Ni por poder, ni por dinero. Y ella presentaba telediarios con Urdaci, así que no suspiraremos por la solidez de los valores que tenga. Y por otra parte, aunque la futura reina fuera un híbrido de Marie Curie, Dolores Ibárruri y Rosa Parks uno seguiría siendo fervientemente antimonárquico. Porque uno es demócrata o al menos lo intenta.

Lo que llama la atención no es Letizia Ortiz: ya digo que lo suyo es, si no normal, sí habitual. Quien llama la atención es Rouco Varela, que además fue quien casó a Letizia y Felipe*.

Hemos visto a Rouco Varela emprender las campañas más agresivas contra el aborto, hacer las comparaciones más gruesas entre Holocausto y aborto, calificarlo de asesinato, protestar por la despenalización del aborto: no sólo infierno para las mujeres católicas sino también cárcel para las que no lo sean.

Incluso la Conferencia Episcopal ha pedido a los católicos que condicionen su voto en función de qué partidos contravienen lo esencial del catolicismo que parece ser el aborto y la homosexualidad.

En cambio Rouco no dice ni mu sobre la futurible consorte del monarca católico, matrimonio que además le engañó haciéndole creer que celebraba un sacramento que la pareja sabía nulo. Según la soporífera propaganda de Rouco Varela, Letizia ha cometido un crimen tan monstruoso como el más grave crimen contra la humanidad de la Historia reciente. Y no sólo no dice ni mu sino que la incluye en una invitación a una beatificación en la que acaso incluso comulgaría de manos del Santo Padre. Puede que el papa Francisco no tenga noticia del aborto de Letizia Ortiz, pero Rouco evidentemente lo sabe (no es un rumor: el libro aporta pruebas) y pese a eso la invita a tan sagrado acto.

Hay quien define la política como la organización del poder. Si es así, contra lo que dice Rouco, lo que rodea a la beatificación de esas 500 pobres personas es profundamente político. No tanto por la enésima evidencia de la afinidad de la jerarquía católica con el fascismo español como por la evidencia de que lo grave no es el pecado, sino estar bien arrimada al poder para seguir formando parte de él.

No nos piden que no abortemos. Nos piden que nos sometamos.

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*Un aspecto interesante de la boda es que conforme al derecho canónico católico es una boda nula: una persona que aborta, según un canon de 1938, no necesita que nadie la declare excomulgada, sino que lo está ipso facto (excomunión latae sententiae, se llama la cosa). Por tanto en el momento de contraer el sacramento matrimonial, Letizia Ortiz estaba excomulgada aunque Rouco Varela no lo supiera (el príncipe Felipe sí, según el relato de Rocasolano). Por lo tanto Letizia Ortiz no está casada eclesiásticamente con Felipe de Borbón. Civilmente sí, pero la española es una monarquía católica y por tanto para los monárquicos la cosa debería ser grave.