Ciudadanos debería asumir el triste papel que han decidido libremente jugar en vez de hacer el ridículo con un teatro tan malo. En serio: nadie va a creerse que mantener al PP en todos los gobiernos autonómicos en los que el PP lleva más de 20 años tenga algo que ver con cambio; nadie va a entender que quien pacta con Vox está combatiendo el populismo ni el nacionalismo (tampoco nadie se va a tragar los tristes juegos retóricos y escénicos para decir que no están pactando con Vox); nadie mirará a quien resucita al PP de Madrid, de Murcia o de Castilla y León como a un regenerador.

Ciudadanos hizo una apuesta en campaña electoral: adelantar al PP en el conjunto de España o al menos en lugares relevantes y disputar la hegemonía de la derecha. Fracasó. Fracasó rotundamente. Ni siquiera lo consiguió con Begoña Villacís, tan exageradamente promocionada en su campaña de disparates y mentiras contra Manuela Carmena: quedó por detrás de un desconocido de virtudes por descubrir, que ha sacado los peores resultados del PP en el Ayuntamiento de Madrid y aún así son mejores que los de Ciudadanos.

Ciudadanos se queda en la derecha, en la derecha más dura, demagoga, antisocial, antiliberal y antigua. Pero ya para siempre como fuerza subalterna, ni siquiera como bisagra: está siendo humillado cada día por PP y Vox y cada día acepta la humillación con cara de seriedad como si estuvieran exhibiendo una gran dignidad: la dignidad nueva del emperador.

Ayer Ciudadanos aceptó incorporar a los presupuestos andaluces la visión cómplice con la violencia machista de Vox y su política xenófoba. En la Comunidad de Madrid excluyó a dos fuerzas democráticas de la Mesa de la Asamblea (algo que no había hecho ni Esperanza Aguirre con su sectarismo y sus mayorías absolutísimas) para conseguir ellos su sillón de presidente de la Asamblea de Madrid (¿alguien recuerda el nombre de alguna presidenta o presidente de la Asamblea de Madrid?) y convertir la exigua mayoría de las derechas madrileñas en un rodillo (5-2) con sillón para los ultras.

Se comerán los carguetes que el PP le prometa a Vox, se comerán los escándalos que vayamos conociendo del PP, se comerán las políticas más reaccionarias que hayan impulsado nuestras administraciones públicas desde la restauración de la democracia.

Durante unas semanas es posible que sigan haciendo el ridículo pidiendo hacerse fotos en el Orgullo o poniendo nuevos y sugerentes adjetivos a su impostado feminismo. Pero ya nadie, nadie les hará caso más que para reírse de ellos.

Se han entregado, se han rendido. Los tiranillos más patéticos de la Historia siempre que han perdido guerras se han pasado unos días haciendo encendidos discursos proclamando su victoria, discursos muy solemnes que desde lejos causan sólo entre risa y pena. Pocas semanas después sus vencedores los ahorcan sin necesidad de grandes discursos.

Si Def Con Dos escribiera ahora su «Pánico a una muerte ridícula« incluiría, sin duda, lo que le está haciendo Albert Rivera a su Ciudadanos.