El beodo Pedro le explicó el drama a su amigo: «Sabes que cada noche me bebo tres botellas de whisky y que antes de acostarme y después de levantarme me tomo sendas aspirinas para paliar la resaca. Ahora tengo un problemón: me he quedado sin aspirinas, así que no va a quedar más remedio que tener una insoportable resaca cada mañana«. Evidentemente Pedro tiene más opciones: Pedro podría beber menos, por ejemplo, y sus mañanas serían más amables.

Otro Pedro, a quien nombraron ministro de Economía, explicó hace unos días que ya no hay margen de maniobra contra la crisis: ya se ha hecho todo el gasto público que se podía hacer, como el beodo Pedro no tenía margen de maniobra contra las resacas porque ya se había tomado todas las aspirinas de la que disponía.

Posiblemente ya no puedan encargar obritas con las que mantener ocupados a unos cuantos parados durante medio año. Esas son las aspirinas, que combaten los terribles síntomas, pero no suponen solución alguna. La única solución posible es una profunda revisión del modelo económico que nos ha llevado a una monumental resaca. Y de eso no se escucha ni una palabra ni a Pedro, el ministro, ni a Zapatero, que no había engañado, pero se equivocó, cuando dijo que podíamos seguir bebiendo whisky a discreción sin miedo a la resaca. De las pocas personas a las que se ha escuchado pensar en cambiar de hábitos económicos es al borrachín Aznar: «No es de ninguna manera el fracaso del liberalismo sino el fracaso de los mecanismos actuales de regulación y de intervención del Estado en un sector que está ya muy regulado, el sistema bancario«. Lo que Aznar quiere es combatir la resaca tomándose una cuarta botella de whisky.

Si ser vicepresidente económico del Gobierno fuera algo importante, Solbes estaría ya en su casita. El Real Madrid, que como vemos es mucho más serio, despidió fulminantemente a su entrenador por decir que no tenían ningún margen de maniobra para ganar al Barça. Tras el entrenador, por cierto, cayó el presidente.