Si alguien en Izquierda Unida hubiera llevado a la oficina de patentes la palabra ‘refundación‘ a estas alturas seguiríamos teniendo bastantes problemas, pero no el financiero. Los poderosos del mundo se acogen al mismo término para identificar el proceso que abren este fin de semana en Washington: va a refundar el capitalismo. En Rivas-Vaciamadrid este fin de semana comienza el proceso de refundación de la izquierda alternativa federal, Izquierda Unida.

Salvo sorpresa, en Washington no saldrán a leche limpia, sino manteniendo el compadreo lógico entre poderosos que quieren mantener el chiringuito bien sólido. No se ha escuchado una sola propuesta que haga pensar que cuando dicen refundar el capitalismo se refieran a nada distinto de parchear el capitalismo para hacer más firme la posición de los poderosos: se han dado cuenta, parece, de que el gigante de pies de barro no se sostiene y se disponen a poner más barro en los pies para aguantar otra temporada.

En 1993, cuando Felipe González se dio cuenta de que la sociedad española estaba hasta el gorro dijo que había comprendido el mensaje  y anunció el cambio del cambio, que consistía en que tuviéramos confianza en él y los suyos, que ahora sí que iba a imponer la honestidad, la ética y la política de izquierdas. Unos meses después se estaba manifestando en la cárcel de Guadalajara y el gobierno seguía su proceso de descomposición. Tras perder las elecciones de 1996 anunció que dejaba la secretaría general del PSOE e intentó colocar su parche: Almunia. No hubo cambio en el PSOE, todo era igual, pero con caras distintas. El cambio del cambio es en lo que están en Washington: tenemos que confiar en Bush, en la tercera vía británica… para que hagan un mundo mejor. Tampoco confiamos en McCain, Hillary Clinton ni Sarkozy y muchos desconfiamos también de Obama: cambiar de cara concreta no implica defender un proyecto alternativo.

En Izquierda Unida estamos tan cerca del abismo como para renunciar a parches y emprender un cambio real. Un cambio que no sea sólo un cambio de caras (imprescindible) sino una organización nueva con el mismo u otro nombre (personalmente abogo por el mismo, pero es lo de menos). Es el proceso que se debe abrir mañana y que durará un año. No valen parches. No vale el quítate tú para ponerme yo. No vale que unos ganemos o perdamos la asamblea. La tiene que ganar un proyecto de transformación radical de IU para que ésta sea un instrumento útil de transformación radical de la sociedad.

Quienes leéis habitualmente este blog (y cuando hablo de IU sois, sorprendentemente, mucha gente) sabéis que considero prioritaria la consecución de una organización radicalmente democrática. Hay ya instrumentos en varios papeles para conseguir esa democratización: honestamente creo que entre ellos el documento de los cien y la enmienda de Aprovechemos la oportunidad aportan concreción al camino democratizador y por ello los defenderé. Parece evidente también que si queremos dejar de definirnos en función del PSOE (ya sea como subalternos, ya como su enemigo de izquierdas) tenemos que tener un proyecto propio. La crisis, la falsa refundación del capitalismo, nos deja en bandeja la denuncia del capitalismo a la que no podemos renunciar. Asimismo, si queremos transformar la sociedad en clave democrática, tenemos la suerte de disponer de un reclamo seductor que utilizar para llamar a la gente de izquierda a converger con un movimiento político ilusionante: la III República, que es la forma que tenemos de llamar a una democracia radical, superadora del capitalismo. ¡Si tenemos hasta el marketing hecho con una bandera tricolor que está pidiendo a gritos ser agitada!

¿Supone esto renunciar a los proyectos concretos? Ni hablar: la III República debe ser el árbol del que cuelguen las ramas. Un proyecto general de democracia radical y socialista es el que nos permite pensar cómo debe ser un municipio volcado en sus trabajadores, en sus servicios públicos, en la participación ciudadana vinculante. Un modelo alternativo al capitalismo es el que nos permite defender el medioambiente de forma creíble. No estamos hablando de las nubes, sino de la necesidad de otro mundo posible en el que nos tenemos que creer para poderlo crear.

Si nosotros y nosotras sí nos refundamos conseguiremos que otro mundo sea posible; y que el mundo de Washington deje de ser posible.