Hace unos días Zidane cumplió un año como entrenador del Madrid. Lo celebró dejando en el banquillo a Benzema y en la grada a Cristiano Ronaldo, a quien ningún entrenador se había atrevido siquiera a dejarle descansar diez minutos cuando un partido estuviera sentenciado. Ganó 3-0 al estupendo Sevilla de este año jugando con chavales jóvenes, recuperando a James Rodríguez (el primer gran fichaje de Florentino Pérez al que un entrenador se atreve a dejar sistemáticamente en el banquillo por bajo rendimiento) y demostrando inmensa inteligencia táctica y personalidad sin necesidad de alaridos ni estridencias. Probablemente después hizo una rueda de prensa pero nadie la recuerda porque no necesitó hacer en ella nada llamativo: su trabajo no es darse golpes de pecho para la foto sino que su equipo gane partidos y eso ya lo había hecho.

Hace pocos años tuvimos el ejemplo antagónico. Mourinho era «the special one«. Un tipo que no perdió nunca porque en las innumerables veces en que su equipo no ganaba nada tenía una respuesta extremadamente agresiva para colocar la responsabilidad de la derrota lejos de él: los árbitros estaban todos en su contra, los jugadores eran una mierda (los débiles como Pedro León: con los protegidos del presidente nunca hizo el menor gesto de autoridad), la afición una basura (menos los ultras, con quienes siempre tuvo gran complicidad)…

En tres años Mourinho ganó una Liga y una Copa, pero esa agresividad escénica tan estéril en lo deportivo hizo que mucha gente pensara que eso era el auténtico madridismo: una extravagancia formal, darse muchos golpes de pecho, señalar a todos los enemigos que están todo el día conspirando contra el Madrid. Desde Unicef a Iker Casillas (por supuesto había enemigo interno) todos estaban obsesionados con acabar con Mourinho y para ello atacaban al Madrid (que era mucho menos importante que su entrenador en esta conspiración general).

Mourinho no ganaba casi nada pero explicaba como nadie la gran conspiración de poderosos para evitar que el Madrid ganara. Así que Florentino Pérez nos explicó que Mourinho era muy madridista porque defendía al Madrid y hasta Esperanza Aguirre nos explicó que era mourinhista «a muerte» porque «tiene un estilo sensacional«: ¿le gustaba a Aguirre el estilo de juego del Madrid de Mourinho? ¡Qué va, eso era secundario! «Un partido puede tener trozos aburridos, pero las ruedas de Mou, nunca«.

Nadie encontrará declaraciones de apoyo de poderosos, fanáticos y oportunistas como las que tuvo Mourinho, quien curiosamente tenía la imagen de rebelde, de poseer una gran personalidad pese a que siempre demostraba esa personalidad contra quien estuviera abajo. Todo absolutamente inocuo para los rivales del Madrid que sólo temieron a Mourinho unos pocos meses hasta que se dieron cuenta de que tanta agresividad sólo encerraba al madridismo en una burbuja ineficaz deportivamente y odiosa para quien no fuera un fanático madridista. Con Zidane el Madrid despierta mucha menos hostilidad que con Mourinho, es evidente que los adversarios están mucho más preocupados con el Madrid (pese a que insultaran mucho a Mourinho y muy poco a Zidane, como si eso significara algo) y allí donde hay que demostrarlo (que no es en las grandes frases para las portadas sino en las decisiones concretas que transforman los partidos) Zidane ha demostrado mucha más personalidad tomando decisiones incluso anunciadas como favorables al adversario (al que luego se ganaba 3-0).

Todo esto de Zidane y Mourinho nos suena. Todos tenemos la tentación de pensar que quien más alardea en defensa de una causa o de un colectivo, quien más se envuelve en banderas y denuncia los ataques reales e imaginarios del adversario es quien mejor defiende esa causa, ese colectivo. Pero muchas veces eso no es más que brocha gorda y quien usa con más sutileza e inteligencia el lápiz, el compás, la escuadra y el cartabón es mucho más eficaz en la conquista de objetivos para esa causa, para ese colectivo pese a que los adversarios tengan menos insultos contra él y genere menos trincheras defensivas a su alrededor.

El fútbol casi siempre es metáfora exagerada de la vida y muchas veces lo es de la política.

A Mourinho le llamaban de todo en todos los campos de España. A Zidane nadie sabe qué insulto lanzarle. En sólo un año nadie sería tan ciego como para pensar que Mourinho defendió más al Madrid, que era un madridista más radical que Zinedine, el tibio.